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JOSÉ CRISTÓFALO festejó un nuevo aniversario con importantes novedades


07.04.2025
JOSÉ CRISTÓFALO festejó un nuevo aniversario con importantes novedades

La reconocida empresa de transporte y logística celebró sus 35 años con novedades: la otorgación de la Certificación ISO 9001 y su imponente y nuevo galpón de 2000 metros cuadrados.

La imponente obra fue construida 100% de hormigón premoldeado, también con placas PIR, que son paneles de aislamiento térmico hechos de poliisocianurato, un material aislante de alta tecnología, mucho más resistente y con mayor aislación térmica.

Esta nave logística se encuentra destinada 100% a exportadores, importadores, revendedores, clientes chicos y grandes. En caso de importación, desconsolidado almacenamiento y reparto parcial, lo que el cliente requiera, y en caso de exportación, en la empresa se puede embalar la mercadería, los pallets y se exportan los contenedores.

Sobre los detalles del nuevo galpón, se destaca la particularidad de no tener atracadero, por lo tanto, los contenedores quedan directamente a nivel de piso.

Con este servicio de última milla, José Cristófalo se destaca en el mercado con un servicio profesional y de calidad, a nivel logístico.

Historia

El pasado año, José Cristófalo cumplió 35 años como empresa profesional de carga, aunque desde el año 1963 la familia se encuentra en el sector. La empresa fue fundada por una familia trabajadora, de buena madera, con un enorme stock en bienes de uso (un camión Austin, un carrito y un elevador Mitsubishi). Los primeros cuatro años, la sede oficial era en la calle Espinillo, barrio Atahualpa, (la casa de la familia Cristófalo-Alaniz). Los vecinos, poco contentos con el movimiento diario en la calle y la vereda, hacían notar su molestia, por lo que en el año 92’, la empresa compra un nuevo local para guardar los dos camiones Austin que tenía, camiones que hoy siguen siendo de su propiedad.

La empresa se traslada a su nuevo predio ubicado en Sitio Grande y Millán, un hermoso galpón que superaba las expectativas de la familia en aquella época. Los fines de semana, y después de las jornadas laborales, se arrimaban amigos y personal a cambiarle el techo y hacerle las mejoras correspondientes, ya que estaba bastante deteriorado. Era lo que se podía comprar en aquellos momentos.

En el año 1999, aquel galpón que parecía enorme, no dio a basto, y comenzaron las búsquedas de algún terrenito chico y barato por las afueras de Montevideo, pero cerca de toda la operativa portuaria.

De esta manera, José Cristófalo desembarca en Camino Tomkinson 2912 y, nuevamente, la familia daba un salto importante. Aquella chacrita contaba con tres hectáreas; tenía una casa, un galponcito y 500 metros cuadrados de balastro; espacio suficiente para guardar tres camiones y dos elevadores. Pasaron los años, y aquel lugar, comenzaba a quedar cada vez más pequeño; nuevamente había que resolver. Primero, se levantó un galpón de unos 1000 metros cuadrados, siguiendo con nuevas esplanadas y un lavadero para poder mantener las unidades en buen estado.

Luego, surgieron los primeros importadores y exportadores que querían bajar los contenedores a nivel de piso. La pregunta que se hacían era cómo iban a bajar 28.000kg si sus elevadores solo levantaban 18, 7 y 3 toneladas. Buscando la solución para el cliente, se resolvió que los contenedores bajaran con los tres elevadores en conjunto (claramente no existía la carrera de prevencionista).

De 500 metros de terreno operativo, pasaron al triple o más, y ahora sí, tenían para rato; aquello era enorme, sobraba espacio y se podían hacer maniobrabas con los ojos cerrados. Tanto campo sobraba, que, en el fondo, se instalaron dos arcos de fútbol, y después de los asados o la jornada del sábado, salían unos picaditos.

La cancha estaba a lo largo del terreno, no a lo ancho. Aburridos de tirar la pelota al vecino del fondo, se colocó el alambrado (hoy presente) como contención. En este predio verde, se festejaron hasta cumpleaños; contenedores atravesados eran el techo del salón de fiestas y, con el elevador, levantaban y subían la piñata.

La demanda de contenedores y desconsolidados fue creciendo, eran cada vez más los clientes que traían y movían su mercadería de esta forma. La carga suelta, que era su fuerte, bajaba lentamente. Por ende, la operativa con solo tres elevadores se hizo imposible.

En el año 2010, Eduardo Cristófalo decide sacar un pasaje para ir a Alemania en busca de nuevos equipos; en su mente, una stacker y algún otro elevador grande. En un viaje de solo tres días a Europa, con una valija, un mameluco, zapatos de seguridad, un kilo de yerba y el mate, fue atrás de lo que había ido a buscar.

Ya habían pasado cuestión de cinco años o más, por lo cual, nuevamente, el terreno operativo volvía a quedar chico; trabajaban apretados cada vez más contenedores, al punto que comenzaban a funcionar como depósito extraportuario. El cliente sacaba el contenedor del puerto, y precisaba la mercadería dentro de 15 días, entonces había que almacenarlo hasta ese momento.

El servicio logístico se posicionó como uno de los más importantes para la empresa; hubo que comprar más elevadores para los consolidados y desconsolidados. El crecimiento llevó a la empresa a su límite en cuanto espacio.

En el año 2014 la empresa adquiere el terreno lindero, pasando de tres hectáreas al doble.

Actualmente sigue creciendo, siendo aún una empresa familiar; la tercera generación se mezcla con la segunda, aprendiendo de las diferencias y valorando las semejanzas. Todo en un mismo sentido.

 

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