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Fernando Umpiérrez del PARADOR LA VÍBORA: “Empezamos con una docena de platos, una docena de cubiertos y 6 mesas chicas plegables”


10.07.2018
Fernando Umpiérrez del PARADOR LA VÍBORA: “Empezamos con una docena de platos, una docena de cubiertos y 6 mesas chicas plegables”

“Donde hay camiones se come bien” es la frase que se fue transmitiendo de generación en generación a quienes transitan por las rutas, y la realidad indica que es muy acertada.

Claro que los tiempos van cambiando y con camioneros que necesitan hacer viajes más rápidos para obtener rentabilidad, entre otras razones, los paradores con camiones se limitan a algunos clásicos dispersos en nuestro país.

En esta ocasión el clásico que visitamos está en las rutas 2 y 24, a la entrada de la ciudad de Fray Bentos. Allí está el Parador La Víbora atendido desde hace 20 años por un camionero que supo recorrer el país y la región, Fernando Umpiérrez, quien en las instalaciones de su comercio nos contó sobre su trayectoria tras el mostrador.

¿Le resultó muy difícil hacerse de esta propiedad?

Antes era camionero y cada vez que pasaba por acá me llamaba la atención. Es una propiedad con 115 años de antigüedad que había sido un lugar de comidas y que estuvo a la venta muchos años, era una tapera porque llevaba mucho tiempo abandonado.

El primer intento de compra lo hice con la inmobiliaria que tenía la propiedad a la venta, traté de hacer una oferta pero no me la aceptaron.

Más adelante un conocido me pasó el dato de la dueña de la propiedad que era de Paso de los Toros, y en uno de los viajes a Tacuarembó pasé por el Parador Don Juan a preguntar si la conocían y el dueño me llevó a hablar con ella.

Luego de dejar una propuesta le dejé el teléfono de mi casa y cuando llamaron yo estaba de viaje, le avisaron a mi señora que el negocio había salido pero ella no sabía de qué se trataba. Cuando llegué de ese viaje internacional fui con mi señora y mi suegra a Fray Bentos sin decirles de que se trataba, y cuando llegamos les mostré la propiedad, les conté y les consulté si cerraba el negocio.

Me preguntaron qué iba a hacer y les dije que toda la vida había sido un parador y que iba a seguir siendo parador. Mi suegra me dijo que tenía que aprovecha y a mi mujer también le gustó la idea. A pesar del abandono del lugar se entusiasmaron.

¿Cómo fueron los inicios en La Víbora?

Nos vinimos con mi familia de Las Piedras, mis hijos en esa época tenían 12 y 8 años, tuvimos que arreglar mucho. Nos iniciamos con una docena de platos y una docena de cubiertos, 6 mesas chicas plegables, 5 o 6 sillas y lo demás eran todos cajones de verdura. Empezamos trabajando con camioneros, me conocían muchos y paraban de todos lados, en los primeros tiempos había que esperar que unos terminaran de comer para ir lavar y servir el plato para otros.

A la tarde les pagaba a los dos empleados que tenía, hacía las cuentas y me iba a Fray Bentos a comprar media docena de platos y más cubiertos.

Me acuerdo que en la casa donde iba comprando los cubiertos y platos ya me habían visto y el dueño me dio un juego de 48 platos, cubiertos y vasos y me dijo que se los pagara como pudiera, fue terrible alegría pero no tenía mesas y sillas.

En Berlín contacté a una persona que tenía carpintería y hacía sillas y me llevó 24 sillas para ir armando el parador, las que le fui pagando de a poco.

En los inicios hacíamos comida de olla, vacío al horno con papas y boniatos.

¿Cómo fue el cambio cuando se empezó a arrimar la familia?

Entre el mediodía y la noche andábamos entre los 120 y 130 cubiertos solo con camioneros, y después la gente que me veía en la ciudad me preguntaba si era un lugar para ir en familia y se fue arrimando. Los domingos había que reservar, venían familias de Mercedes, de Berlín, de San Javier y de Fray Bentos.

Ahí fue que cambió la cosa, el camionero ahora trabaja 12 horas, antes no tenía horario, entonces ahora para pero para llevarse algo rápido, una milanesa al pan, un chorizo o una vianda de pasta, y sigue camino.  

¿Tuvo que agregar nuevos menú cuando llegaron los extranjeros de la papelera a Fray Bentos?

Primero fue Eufores con 90 viandas diarias al mediodía, luego empezaron a venir a comer y para atenderlos nos preparamos en la cocina para poder atenderlos, y después fue con UPM pero ya teníamos preparados los menús.

También logramos hacer clientes extranjeros que vienen como turistas a nuestro país, nos han recomendado y cada vez que pasan paran a comer.

PRIMERO CAMIONERO: “Además de manejar hacía de todo”

Fernando Umpiérrez empezó en el transporte con la vieja escuela, con apenas 13 años fue acompañante de su padre que al tener problemas cardíacos llevaba a su hijo para que lo ayudara en las tareas más trabajosas como cambiar cubiertas. Eran tiempos que en ir y venir de Rivera se tardaba una semana.

Su inicio junto a su padre fue transportando combustible para Shell, con el que supo recorrer el país. A comienzos de los 70´s, cuando Fernando tenía 19 años, su padre falleció, y fue allí donde pasó a conducir su Volvo N86. “Además de manejar, cambiaba una rueda, el aceite, desarmaba un burro de arranque, regulaba frenos, se hacía de todo; así era antes”, aseguró Umpierrez. Eran otros tiempos y otros vehículos, el mismo viaje que hacía de niño con su padre en una semana, ahora lo hacía en un solo día. 

En aquel momento y con su corta edad había comenzado a manejar camiones de gran porte. Luego de transportar combustible, a los 21 años pasó al transporte internacional con la empresa TECI, trabajó en Carlos Patrón con un Aclo con el que viajaba a la Argentina en la época en que se cruzaba en balsa entre Zarate y Brazo Largo, y más adelante condujo para Citaf durante 12 años. “Los últimos años como camionero los hice en Lepra y García, ahí empecé manejando un Albion con una cisterna de 12.000 litros con el que hacía viajes a Tarariras para ir a buscar cebo para llevar a la Bao”, recuerda, y agrega “luego con un Leyland iba a buscar cebo a San Carlos, si bien más adelante vinieron los viajes internacionales a Brasil, Chile, Paraguay y llegué a ir a Punta Arenas, donde demorabas de 15 a 18 días en llegar”.

Umpiérrez estuvo arriba de los camiones hasta los 46 años, viajó por todo el país y la región, cosechó muchos amigos y siempre se fue bien recomendado de las empresas en las que trabajó, y por ello es una profesión que recuerda gratamente.